El Mito del Bebedor Social

Todas las culturas y pueblos han desarrollado mitologías propias que son consideradas como verdades absolutas. El alcohol no ha sido ajeno a estas mitologías que justifican, resumen o alientan las características o las consecuencias del consumo, con el objetivo de dar una explicación a la irracionalidad de las conductas que se hace con él. 

La sociedad narcisista actual, cuyo fin es el consumismo, hedonismo y la necesidad de inmediatez de la emoción (sociedad eco emocional), encuentran en el alcohol la búsqueda de satisfacción inmediata que, en un contexto socio cultural y económico orientan a la creencia que existe un bebedor social

¿Qué es un bebedor social? Es aquí donde empieza la “gran confusión”, es un mito o es una realidad.

Se considera bebedor social a aquella persona que consume alcohol en un contexto social (reunión, fiesta o evento). Acorde a ello, tendremos que preguntarnos si hacemos encuentros o fiestas familiares semanalmente y bebemos de forma abundante, ¿seremos “bebedores familiares” ?, si salimos cada 15 días o una vez por mes con nuestros amigos o amigas y bebemos sin control ¿Seremos “bebedores amigables”? ¿Es el contexto social lo que determina que un bebedor sea un bebedor social?

Otra de las características que pretenden definir que es un bebedor social son:

  • Que no abusa del alcohol
  • Que su conducta no es problemática por la ingesta de la sustancia
  • Que el alcohol no le altera su estado de ánimo
  • Que no tiene síntomas de dependencia para funcionar y sentirse bien
  • Que su ingesta de alcohol se ajusta a un patrón de consumo del contexto cultural al cual pertenece

Otras características se suman a la construcción de la mitología del bebedor social: no solamente consume alcohol en situaciones sociales, sino que lo hace de manera moderada, es decir no se excede en su consumo y sabe cómo detenerse a fin de no causar daño al entorno ni a sí mismo, ¿Mito o realidad?

De acuerdo a esto, parecería que el bebedor social es tan consciente de los efectos perjudiciales del alcohol, que ha leído tanto sobre el tema en relación a cómo se genera una dependencia, los problemas que trae el alcohol y por tanto, no va a necesitar de su consumo de forma regular para funcionar en su vida cotidiana, y que nunca va a pasar los límites de la ingesta, es decir, no va llegar nunca a una intoxicación aguda del sistema nervioso central, es decir, embriaguez o estar colocado, o estar bebiendo diariamente una cantidad aparentemente moderada de alcohol, sea de forma individual o en un contexto social. En esta falsa idea, el bebedor social está seguro que no va a generar dependencia o adicción al alcohol y de esta manera él o ella piensan que tiene “barra libre” para poder seguir bebiendo.

Lamentablemente las cosas no son así, pero el bebedor social siente que está avalado en esta conducta por una sociedad consumista, hedonista, mitológica y engañosa regida por las leyes del mercado, a tal punto que sólo saltan las alarmas con el consumo de drogas cuando hay narcotráfico, violencia, violencia de género, muertes, robos, accidentes o alteración grave del orden público, etc. Parecería en esta mitología que el alcohol, al no ser considerado droga, no está asociado a ninguno de estos fenómenos. Se tiene aceptado que las drogas químicas son la cocaína, la heroína, las pastillas, el cristal y los alucinógenos, dado que su consumo no se podría controlar en el ámbito público causando graves problemas. En cambio, el alcohol parecería que si es controlable y recomendable para múltiples finalidades: “vencer la timidez, la depresión, el insomnio, favorecer la comunicación, la desinhibición sexual, lograr cierta felicidad y desconexión, a tal punto que se piensa que, si no hay alcohol en las reuniones o fiestas, no se puede uno divertir”

Considerando que el mito del bebedor social está instalado en la cultura, no tenemos conocimiento que las otras drogas siendo tan graves como el alcohol, no se plantea la existencia de un “cocainómano social”, un “heroinómano social” o “un fumador social”, siendo estas también adicciones que generan sufrimiento individual, familiar y una mortalidad significativa.

Quien puede afirmar que una persona que empieza a consumir alcohol en su juventud o más tarde durante años, no va a llegar a una dependencia a todos los niveles y con todas las consecuencias. El 20% de las personas que se inician en el botellón entre los 15 y 20 años aproximadamente, terminan con dependencia al alcohol con las graves consecuencias que ello implica. Tanto los que hacían el botellón, como los que hacían reuniones frecuentes con amigos y “se pasaban” en la ingesta, pensaron que eran bebedores sociales porque hacían lo que hace el contexto social.

La mitología creada sobre el bebedor social va a en contra de las leyes de la neuroquímica de la adicción y de cómo se genera una dependencia a las drogas ¿podemos negar las leyes neuroquímicas del cerebro de cómo se genera una adicción?

Llegar a ser un bebedor social controlado es y seguirá siendo una gran mitología en la mayoría de los casos porque el contexto social de la ingesta no determina la existencia de un bebedor social. Nuestro cerebro no entiende de fines de semana, celebraciones, reuniones, botellones para concluir y justificar la existencia de un bebedor social que no tendrá consecuencias de su consumo.

El patrón de consumo influye de forma decisiva en nuestra salud y en la generacion de una adicción. Rudolf Moos, profesor emérito de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, establece que un atracón es tomarse cinco o más copas seguidas en un corto periodo de tiempo y que las personas que lo hacen son cinco veces más propensas a «hacerse daño, tener problemas emocionales o psicológicos a causa del alcohol. Tener que consumir más alcohol para conseguir el mismo efecto y experimentar los efectos del alcohol en el trabajo, la escuela o el cuidado de los niños» es parte de que se está generando una adicción. Charles Holahan, cree que hay mayor riesgo en beberse siete copas un sábado, que en tomarse una cada día de la semana, cuando en realidad el cómputo global es el mismo. Aunque no conduce necesariamente al alcoholismo, si las mujeres toman más de 1 bebida al día o dos en los hombres, esto equivale a tomar cinco o seis bebidas en una misma ocasión. Ambos casos están vinculados a pacientes que sufren problemas de alcoholismo nueve años después.

Los expertos consideran que hay un problema con el consumo de alcohol cuando este interfiere en tu vida en el día a día. «El trastorno por consumo de alcohol se define como el uso compulsivo de alcohol a pesar de las consecuencias negativas de su uso, como el impacto en sus relaciones, su capacidad para funcionar en su trabajo o en cualquier papel que tenga en su comunidad«, comentó la Dra. Sarah Wakeman, directora médica de la Iniciativa de Trastornos por Consumo de Sustancias en el Mass. General Brigham a CNN.

En ITAD, Instituto Pionero en el Tratamiento de Adicciones y en Psicoterapia Familiar y de Pareja Sistémica en Madrid – España desde hace 35 años, se ha constatado en un estudio reciente llevado a cabo con 150 pacientes alcohólicos que el 35% expresan en la primera entrevista que ellos son bebedores sociales, que no tienen problema alguno con el consumo de alcohol y agregan: “la cultura nos avala, yo bebo lo que bebe casi todo el mundo y eso es aceptado. No hago daño a nadie, yo me divierto y no voy a renunciar a ello, puede ser que en algún momento baje algo el consumo”.  

La mayoría de estos pacientes empiezan a admitir en las entrevistas posteriores, que con frecuencia se emborrachan en las reuniones sociales, justificándose con que “eso lo hacen casi todos”. Destacan que pueden funcionar sin problema en su trabajo y vida social, que lo hacen para buscar una satisfacción y placer inmediato, y que lo seguirán haciendo.

La otra cara de la moneda, la expresan las parejas o familiares que los acompañan a las entrevistas de los pretendidos bebedores sociales, quienes afirman todo lo contrario: el consumo les afecta en todos los niveles de su funcionamiento personal, emocional, familiar, laboral y social.

¿Queremos seguir alimentando la mitología del bebedor social o queremos empezar a llamar las cosas por su nombre?

Eduardo Brik

Eduardo Brik

Director ITAD

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