¿Es viable una pareja con adicción?

Entrevista a Eduardo Brik

Eduardo Brik, director de ITAD

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Sandra Rodriguez, diseño web e investigación

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    1. ¿Cómo son las relaciones de pareja cuando hay una adicción al alcohol o a la cocaína?

    La adicción al alcohol y a la cocaína, desde el modelo Sistémico, se considera no solo como una enfermedad individual sino también como una enfermedad de la pareja o de la familia, dado que afecta profundamente a sus relaciones, produciendo en la mayoría de los casos un desequilibrio psicológico y social.

    Estas parejas o familias son disfuncionales, es decir, cada miembro del sistema va a cumplir un rol en esta disfunción y, sin darse cuenta, los comportamientos disfuncionales que adquieren permiten mantener la continuidad de dicha adicción.
    El consumo de alcohol, de cocaína o de ambas de forma consecutiva y sus consecuencias cumplen una función de homeostasis o pseudo equilibrio en las relaciones de pareja, a lo que, sus miembros, se van acostumbrando con el tiempo, impidiendo así generar patrones de una relación más sana. En esta encrucijada y ante el agravamiento del consumo, la pareja o familia por sus propios medios y sin ayuda profesional no puede resolver este conflicto.

    En un inicio el consumo de alcohol o cocaína cumple funciones adaptativas. En un primer caso y a modo de ejemplo, es frecuente que, siendo uno el miembro de la pareja que consume le parezca al otro integrante dicho consumo como algo divertido y novedoso por sus efectos inmediatos (una paciente comentaba que su marido estaba más creativo, desinhibido, amoroso, hablador, etc.). Esto provoca que, con el refuerzo y aceptación social y cultural, se admita y continúe el consumo, dado que, aparentemente los sistemas “funcionan mejor” con la ayuda de dichas sustancias, sin cuestionarse si se está generando un consumo abusivo o una adicción.

    En un segundo caso y también a modo de ejemplo, pero diferente al anterior, el miembro de la pareja que consume oculta dicho consumo, por temor a la crítica, el desprecio o la pérdida de confianza que eso puede ocasionar en la relación. De esta manera, el miembro de la pareja que no es adicto no tiene conocimiento de la adicción de su pareja durante periodos prolongados de tiempo, porque a pesar de dicho consumo, el miembro adicto es funcional (hasta que deja de serlo), es decir, participa en las actividades de la pareja. De esta manera su consumo está disimulado, lo que le mantiene en dicho consumo.

    En un tercer caso, a modo de ejemplo, la pareja no adicta se da cuenta del consumo y no está de acuerdo, pero no se siente capaz de expresar su descontento porque tiene el temor de que se pueda generar una discusión, un enfado permanente o que se pueda romper la relación. Esta situación se puede mantener un tiempo variable (meses o años) hasta que la situación se hace insostenible o sucede algún hecho muy grave (accidente de tráfico, venir bebido o “puesto”, situaciones de violencia en la pareja, en el caso de que haya hijos, que vean situaciones desagradables, problemas graves de salud, etc.)
    En un cuarto caso y también a modo de ejemplo, si ambos consumen alcohol o cocaína desde el inicio de la relación y lo hacen como algo lúdico, social, divertido y/o ceremonial pueden suceder varios escenarios:

    Primer escenario: Puede darse la particularidad que uno de ellos va consumiendo cada vez más, aumentando su tolerancia a la sustancia, en camino a ser un adicto o adicta, mientras que el otro se mantiene en un consumo moderado o, si se siente mal en algunas circunstancias por los efectos del consumo, deja progresiva o bruscamente de consumir. Por este motivo pretenden que su pareja adicta interrumpa el consumo, ya que tienen miedo a que los efectos o las consecuencias sean graves.

    Segundo escenario: La pareja empieza a consumir conjuntamente y uno de ellos se convierte en adicto con el paso del tiempo, mientras que el otro miembro de la pareja tolera dicho consumo con el objetivo de no dañar la relación, hasta que finalmente los problemas se agravan.

    2. ¿Cómo se siente la pareja no adicta frente a la adicción?

    Por norma general, durante la convivencia la mayoría de las personas que viven con una persona adicta, se sienten solas y desamparadas. Las cargas familiares recaen sobre éstas al tenerse que ocupar de todo aquello relacionado con el entorno familiar, mientras que la persona adicta solo se centra en el consumo, en tratar de mantener su trabajo (si aún lo tiene) y todo lo demás pasa a un segundo plano.
    Es importante destacar que una persona dependiente del alcohol o de la cocaína se vuelve dependiente de su pareja y viceversa, estructurándose así una codependencia tóxica: el miembro no adicto, que a pesar de todo continúa viviendo con su pareja adicta, vive en función de ella, de sus horas de consumo, de cómo va a venir cuando regresa a casa, cómo ella va a reaccionar en ese momento. ¿Va a soportar un escándalo, una nueva discusión o una agresión? O simplemente va a estar observando atónita y desesperada a su pareja intoxicada. Es entonces, cuando la persona se tendrá que preguntar si avisa a la familia, si llama a urgencias, o a un servicio especializado en el tratamiento de las adiciones.

    La persona no adicta que convive con su pareja adicta desarrolla sentimientos contradictorios: por un lado, intenta aislar a la pareja del entorno sin conseguirlo, ocultando la adicción ante amigos y familiares como forma de protegerlo, y a veces cortando los vínculos con su entorno más próximo. Esto genera sentimientos de ira, frustración y, finalmente depresión, aislándose ambos de su entorno más próximo (una paciente refería que habían perdido amigos y relaciones familiares porque no concurrían a eventos significativos como celebraciones, cumpleaños, navidades, etc. ya que su pareja no estaba en condiciones de asistir).

    Se entra en un círculo tóxico de la relación donde no se ve la salida, se piensa en la separación, pero este tipo de relación tóxica no permite tomar iniciativas propias, hasta que sucede una situación extrema en la relación, y es entonces cuando la persona no adicta decide pedir ayuda profesional.

    Las parejas que están en esta relación tóxica sufren tanto o más que el enfermo adicto.

    3. ¿Por qué se mantienen las relaciones de pareja o de familia cuando hay una adicción?

    Todos los profesionales que trabajamos en adicciones, cuando entrevistamos una pareja con un miembro adicto, nos preguntamos qué factores hacen que persista dicha relación. Lo primero que se nos viene a la mente para entender este tipo de relación es el concepto de Codependencia, aunque no todas las parejas de un adicto serán codependientes o dependientes emocionales. Sin embargo, muchas de ellas sí lo son.

    La codependencia es el conjunto de formas de conducta y pensamientos disfuncionales que originan gran sufrimiento tanto emocional como físico y se repiten de forma compulsiva como respuesta a una relación tóxica con un adicto/a.
    La persona codependiente pierde el control de su vida e invierte toda su energía para cuidar y salvar al adicto/a. Cuidar al adicto/a es lo que da sentido a la vida del codependiente.

    “Los o las codependientes se caracterizan por estar tan preocupados y absortos en tratar de rescatar, controlar, proteger y/o cuidar al otro/a, que en el proceso encaminan sus propias vidas hacia el caos. La conducta codependiente se caracteriza por tener un efecto contraproducente lesionando tanto al ‘ayudador’ como al ayudado”.
    Washton y Boundy, Querer no es Poder, 2005.

    4. ¿Por qué con cierta frecuencia aparece la infidelidad en la adicción al alcohol y la cocaína?

    La vida de la pareja cuando hay una adicción sufre las consecuencias de distintas maneras. Por lo general hay una pérdida de comunicación, un aumento del malestar que conlleva a discusiones y una pérdida de la intimidad amorosa. Posteriormente, las relaciones íntimas de la pareja se van a ver profundamente afectadas ya que el alcohol, si bien al principio genera mayor potencia y deseo sexual en cantidades pequeñas, después, con el aumento de cantidad de consumo, inhibe el deseo sexual, dado que es una sustancia depresora del sistema nervioso central. El otro miembro de la pareja debido al malestar emocional que sufre por la situación que origina el consumo, va perdiendo el deseo de tener relaciones sexuales de forma progresiva hasta que se convierte en nulo y comienza a rechazar cualquier acercamiento. Esta situación de rechazo y el deterioro general de la relación de pareja debido al consumo potencia en la pareja no adicta, la idea de mantener relaciones fuera del marco de la relación. En otros casos, la infidelidad ya estaba presente con el consumo, mayormente por parte del adicto.

    Las causas que predisponen a la infidelidad junto con el consumo de alcohol o cocaína pueden tener distintos orígenes (aprendizajes culturales como el sesgo machista, aprendizajes familiares o traumas con las figuras parentales no resueltos, entre otras.)

    5. ¿Por qué es efectivo el modelo sistémico en el tratamiento de las adicciones?

    El modelo sistémico es el instrumento más válido por excelencia en el campo de la psicoterapia para abordar los distintos tipos de problemas en las relaciones de pareja y familiares que se presentan en el curso de la adicción al alcohol y a la cocaína, incluyendo otros modelos psicoterapéuticos, que complementan y facilitan la resolución del problema.

    Estas conclusiones son fruto de la experiencia después de 33 años en ITAD aplicando este enfoque, por lo que podemos afirmar que las parejas que presentan adicción sólo podrán ser viables (si quieren continuar como pareja), si realizan un tratamiento psicoterapéutico sistémico integral.

    » Cada uno de los miembros de la pareja o de la familia desempeña un papel esencial en el tratamiento de las adicciones»
    ‘Eduardo Brik, Director de ITAD’.

    << “Cada uno de los miembros de la pareja o de la familia desempeña un papel esencial en el tratamiento de las adicciones”>>
    Eduardo Brik, director de ITAD.

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