RELACIONES FAMILIARES EN TCA

por: Isabel Alfonso
Licenciada en Psicología
1. INTRODUCCIÓN
A lo largo de las últimas tres décadas, los trastornos de la conducta alimentaria (TCA) han adquirido gran importancia debido a su gravedad y a su creciente incidencia (Serra, 2015).
Pese a que los factores socioculturales, como la sobrevaloración de la delgadez en la sociedad occidental, juegan un papel relevante en la génesis de este trastorno, no son los únicos (Aguinaga et al., 2000). En este artículo se va a exponer la importancia de las relaciones familiares en el desarrollo y mantenimiento del TCA mediante sus estilos educativos, además de proporcionar información sobre su intervención desde un enfoque sistémico.
2. TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA
Para conceptualizar, es importante mencionar que, entre los trastornos de la conducta alimentaria, destacan la Anorexia Nerviosa, Bulimia Nerviosa, Obesidad, Trastorno por atracón y Trastornos del comportamiento alimentario que no cumplen los criterios diagnósticos de Anorexia Nerviosa y Bulimia Nerviosa (Serra, 2015).
Estos trastornos son patologías mentales graves caracterizadas por una gran preocupación por el peso y figura, acompañadas de alteraciones en el comportamiento y actitudes frente a la ingesta de alimentos. Además, suponen un riesgo para la vida de los pacientes ya que son difíciles de tratar y perjudiciales tanto para su salud como para su nutrición, predisponiendo a quienes la padecen a estados de desnutrición u obesidad (Portela de Santana, da Costa, Mora, & Raich, 2012).
De hecho, su creciente interés en los últimos años se debe a que, tal es el número de personas que mantienen una relación disfuncional con la comida y la imagen corporal, que se ha convertido en la tercera enfermedad crónica entre la población femenina adolescente en los países desarrollados.
Para poder hacernos una idea de su prevalencia, el 1% de la población mundial padece Anorexia Nerviosa, el 3% Bulimia Nerviosa, el 3,5 % otros tipos de trastornos alimentarios y un 26,5% de la población padece obesidad. Como puede observarse, estos trastornos se encuentran a la orden del día a nivel mundial, y las cifras ascienden a nivel local. En España, los Trastornos de la conducta alimentaria afectan casi al 5% de la población joven femenina (López, C., Herrero, O., y Botella, L, 2014).
La razón por la que estas cifras se centran en la población femenina se debe a que estos trastornos tienen una gran asociación con las mujeres. De hecho, existe unanimidad en los estudios realizados en creer que el porcentaje de mujeres con respecto a hombres es de un 90-95% (Jarne & Talarn, 2015). Además, la edad de aparición se encuentra entre los 12 y 25 años (Lacoste, 2017) y afecta mayoritariamente a personas de la cultura occidental. Esto puede deberse a que en esta cultura existe una mayor presión hacia el alcance de los cánones de belleza actual, caracterizados por un alto grado de delgadez (Jarne & Talarn, 2015).

«Los Trastornos de la Conducta Alimentaria se encuentran a la orden del día a nivel mundial, y las cifras ascienden a nivel local. En España, los Trastornos de la conducta alimentaria afectan casi al 5% de la población joven femenina»
3. RELACIONES FAMILIARES Y ESTILOS PARENTALES EN TCA
Conocer los factores que desencadenan una enfermedad es esencial para poder desarrollar tratamientos adecuados para su recuperación. Por ello, es necesario saber que la complejidad y diversidad de este trastorno resulta de la interacción entre factores socioculturales, psicológicos, biológicos y familiares (Belloch et al., 2008). En este artículo, nos centraremos en este último, en especial los estilos educativos parentales, ya que constituyen un factor esencial para su génesis y mantenimiento, aunque no en sí mismo suficiente para justificar su aparición (Serra, 2015).
La familia es un sistema que proporciona apoyo y afecto, contribuyendo al bienestar tanto emocional como psicológico de todos sus integrantes. Por ello, se espera de ella que sea un sistema abierto, en constante transformación, con pautas flexibles y se acomode a las demandas de todos los miembros que la forman, facilitando su individualidad e independencia. Sin embargo, numerosos autores defienden que esta estructura familiar no se da en las familias de pacientes con este trastorno. El funcionamiento familiar en estas familias ha sido un factor muy estudiado en relación con este trastorno, caracterizándose por (Losada, A.V. y Bidau, C, 2017):
- Aglutinamiento: excesiva proximidad e intensidad entre los miembros, llevando a ser intrusivos en la vida de los otros
- Sobreprotección y excesivo control: se expresa mediante un alto grado de preocupación por otro miembro, impidiendo que los hijos desarrollen su autonomía y la sensación de falta de control sobre sus vidas, que se desvía a un control sobre el cuerpo
- Rigidez: dificultad para adaptarse a los cambios necesarios para la familia
- Triangulación: Se da cuando se involucra a uno de los hijos en los conflictos maritales o parentales
Existen diferencias en las relaciones familiares según la tipología de TCA. Por un lado, las familias de pacientes con Anorexia Nerviosa son descritas como organizadas y con un alto grado de cohesión, baja tolerancia al conflicto, tendientes a la evitación y baja expresividad. Por el contrario, tanto las familias de pacientes con Bulimia Nerviosa como con Obesidad son descritas como menos cohesionadas, más conflictivas y con un ambiente familiar más desorganizado. Todo ello conduce a unas personas con gran dificultad de identificar y comunicar sus emociones (López, C., Herrero, O., Y Botella, L, 2014; Ruíz Martínez, A. O., Vázquez Arévalo, R., Mancilla Díaz, J. M., Viladrich i Segués, C., & Halley Castillo, M. E. 2013).
4. ESTRATEGIAS DE INTERVENCIÓN DESDE EL MODELO SISTÉMICO
Principalmente, desde la perspectiva sistémica se entiende la patología alimentaria como la expresión de un síntoma resultante de una organización fallida dentro de la familia, es decir, de interacciones disfuncionales entre los miembros (Losada, A. V., & Bidau, C, 2017). Por ello, como la enfermedad deja de ser vista como una patología individual para ser contemplada como parte del sistema, es necesario incluir a la familia en la intervención (Losada, A. V, 2018).
Desde esta perspectiva, el terapeuta, generalmente junto con un equipo de supervisión, explora el contexto relacional del sistema para poder así establecer hipótesis, y lograr eliminar los patrones rígidos de comportamiento, para dar cabida a otras configuraciones más funcionales. Estas hipótesis, entendidas como interpretaciones, recogen las diferentes conexiones observadas entre los miembros, así como las posibles alianzas, patrones de comportamiento y creencias familiares (Losada, A. V., & Bidau, C, 2017).
Por ello, para intervenir en el sistema, el terapeuta debe hacer uso de ciertas herramientas y técnicas que, por supuesto, deberá amoldar en cada caso debido a la personalidad del paciente, su familia y el tipo de TCA que presente. Principalmente, el uso del genograma es esencial desde el comienzo de la intervención, ya que es frecuente que se repitan diferentes patrones relacionales a lo largo de las generaciones. Además, es importante que el terapeuta disponga de cualidades como la flexibilidad, empatía y la neutralidad debido a las alianzas y rigidez que muestran este tipo de familias. Por último, el empleo de reformulaciones es imprescindible en estas familias ya que proporcionan nuevas perspectivas sobre la visión del problema y puede generar en esta un nuevo significado (Losada, A., & Whittingslow, M, 2013).
«Desde la perspectiva sistémica se entiende el TCA como la expresión de un síntoma resultante de una organización fallida dentro de la familia, es decir, de interacciones disfuncionales entre los miembros, por ello, es necesario incluir a la familia en la intervención.»

5. CONCLUSIONES
En definitiva, dada la influencia e impacto que las relaciones familiares tienen en el origen y mantenimiento del TCA, la intervención familiar se encuentra en el primer lugar de elección para su tratamiento. Dado que los síntomas de estos pacientes son forjados para mantener los procesos patológicos familiares, como es la rigidez o la sobreprotección, se han ideado estrategias para intervenir en la familia, además de varias técnicas a tener en cuenta (Losada, A. V., & Bidau, C, 2017), siempre tratando de potenciar los recursos familiares e individuales, logrando así fortalecer el sistema para superar dicho estancamiento y conflictiva (Losada, A., & Whittingslow, M, 2013).
6. BIBLIOGRAFÍA
- Jarne, A., & Talarn, A. (2015). Manual de psicopatología clínica. Barcelona: Herder Editorial.
- López, C., Herrero, O., Y Botella, L. (2014). Dinámica familiar y vínculo parental en pacientes diagnosticados de trastorno de la conducta alimentaria. Revista de Psicoterapia, 25(99), 69-81.
- Losada, A., & Whittingslow, M. (2013). Técnicas de la terapia sistémica en trastornos de la conducta alimentaria. Revista Borromeo, 4, 393-424.
- Marmo, J. (2014). Estilos parentales y factores de riesgo asociados a la patología alimentaria. Avances en psicología, 22(2), 165-178.
- Losada, A. V., & Bidau, C. (2017). Familia y trastornos de la conducta alimentaria.
- Losada, A. V. (2018). Trastornos de la conducta alimentaria y estilos parentales. Perspectivas metodológicas, 18(21).
- Serra, A. . (2015). Los trastornos de la conducta alimentaria. Barcelona: UOC.
- Aguinaga, M., Fernández, L.J., & Varo, J.R. (2000). Trastornos de la conducta alimentaria. Revisión y acutalización. Anales Del Sistema Sanitario de Navarra, 23(2), 279-292
- Portela de Santana, M., da Costa, H., Mora, M., & Raich, R. M. (2012). La epidemiología y los factores de riesgo de los trastornos alimentarios en la adolescencia; una revisión. Nutricion Hospitalaria, 27(2), 391–401. https://doi.org/10.3305/nh.2012.27.2.5573
- Lacoste, M. S. (2017). Looking for the origins of anorexia nervosa in adolescence – A new treatment approach. Aggression and Violent Behavior, 36, 76–80. https://doi.org/10.1016/j.avb.2017.07.006
- Ruíz Martínez, A. O., Vázquez Arévalo, R., Mancilla Díaz, J. M., Viladrich i Segués, C., & Halley Castillo, M. E. (2013). Factores familiares asociados a los Trastornos Alimentarios: una revisión. Revista mexicana de trastornos alimentarios, 4(1), 45-57
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