Aprender a reagrupar: Terapia para superar el tiempo

por 20 Sep, 2016Terapia Familiar

Una mujer latinoamericana deja su casa de mutuo acuerdo con sus familiares para venir a nuestro país. Cuando llega al aeropuerto con su visado de turista, miles de kilómetros le separan ya de su marido y sus hijos. No tiene permiso de trabajo ni de residencia. Aunque sigue comunicándose con ellos, su destino se halla unido al de la ciudad de acogida. Antes de poder cumplir con todos los trámites necesariospara poder reagrupar a sus familiares consigo, han pasado ya varios años. Por fin, cuando cree que ha logrado cerrar su proyecto migratorio, descubre que la relación con sus allegados ha sufrido una gran transformación, sus hijos han crecido, su marido ha cambiado y su vida ya no se parece a lo que ella imaginaba en un principio.

El proceso de reagrupación puede originar problemas psicológicos específicos en el seno de la familia. Más allá de los ya conocidos como Síndrome de Ulises o duelo migratorio, que afectan particularmente al inmigrante que se encuentra solo en un nuevo entorno social y cultural, las diferentes unidades familiares pueden atravesar conflictos de pareja o en la relación entre padres e hijos. El psicoterapeuta Eduardo Brik, presidente de la Asociación Española de Estudios Migratorios y Terapia Transcultural, sostiene que la mayor parte de los problemas están vinculados al conflicto entre la madre y los hijos adolescentes reagrupados. “Son particularmente mujeres que han pasado mucho tiempo solas. Cuando vienen sus hijos tienen unas expectativas muy grandes, pero enseguida estos se rebelan, aparecen problemas de escolaridad y las madres tratan de imponerles límites. Se trata de un problema de maternidad, que además puede estar unido al duelo migratorio de los chicos”, señala Brik.

El conflicto en las relaciones entre madres e hijos obedece a causas que hunden su origen en los cambios que conlleva el fenómeno migratorio en el tiempo y la distancia. Los hijos de los inmigrantes han estado educándose bien sólo con uno de sus padres, bien con sus abuelos o sus tíos. Eso genera una desvinculación con una de sus figuras parentales en la etapa de la adolescencia (12-18 años), una fase vital en la que pueden subestimar la autoridad del padre o madre emigrados.

En el caso de las parejas, los conflictos están relacionados con la infidelidad por parte del cónyuge que ha emigrado y las discusiones domésticas. Según el profesor de Psicología de la Universidad de Murcia, José Miguel Rodríguez Dorantes, “desde el momento en que se produce la separación, ninguna relación vuelve a ser como antes. La separación implica una renuncia voluntaria de carácter psicológico. Tanto el uno como el otro siguen caminos distintos en el tiempo y el tiempo comporta cambios”. El hecho de que se estén produciendo esos cambios no implica necesariamente que, cuando existan posibilidades, el inmigrante cumpla con el compromiso de reagrupar a su pareja y sus hijos siguiendo los trámites para la reagrupación.

El tiempo que transcurre antes de que se produzca la reagrupación es como mínimo de dos o tres años, que es lo necesario para obtener un permiso de residencia por arraigo laboral y social en España, un tiempo que se prolonga varios años si se añade la necesidad de hallarse en posesión de un contrato de trabajo y poseer suficientes recursos económicos para traer a la familia de su país de origen, lo que genera que muchas familias no se planteen la reagrupación familiar.

Terapia para estar juntos Tanto los problemas de pareja como las relaciones quebradas entre padres e hijos pueden afrontarse mediante la Terapia Familiar Sistémica (TFS). Se trata de una teoría científica terapéutica que lleva más de cincuenta años estudiándose y que se aplica tanto a familias autóctonas como a inmigrantes. “Partimos de la base de que no son las personas las que están enfermas, sino sus relaciones. En las familias con problemas puede haber un conflicto de identidades entre los padres y los hijos. Una niña no puede desempeñar el rol del padre, ni una madre la de una niña”, explica Ana María Romo, psicóloga del Departamento de Extranjeros de Cruz Roja de Alicante y Master en Terapia familiar por la Universidad Pontificia de Comillas.

La familia, concebida como sistema, se compondría de diferentes subsistemas (la pareja, los hijos) separados por límites. Cada miembro de la familia desempeña un rol diferente. Estos subsistemas pueden tener diferentes relaciones entre sí, de tipo conyugal (de varón a mujer), parental (de padres a hijos) y filial (de hijos a padres). Frente a los casos de familias rígidas, en las que los límites entre subsistemas serían mínimos y existiría un estricto sentido de pertenencia, la familia de inmigrantes se caracteriza por todo lo contrario: los límites son muy amplios, tienen un “exagerado sentido de independencia”, no piden ayuda a los demás y toleran más fácilmente las variaciones entre sus miembros.

Aunque pueden darse tratamientos individualizados, los psicoterapeutas recomiendan seguir una terapia colectiva en la que se trabaja la interacción y la comunicación entre los miembros para fortalecer el sentido de pertenencia. Eso no descarta tener en cuenta las peculiaridades y cambios tanto en el primer emigrado como en sus familiares los cambios que ha producido. “Intentamos que el inmigrante no se obsesione con los recuerdos del pasado en su país y que tampoco vea con desesperanza el presente en el nuestro. Son personas con pensamientos muy absolutistas y que dejan atrás su casa, su escuela, sus familiares”, afirma Romo. Hasta que las relaciones se restablezcan pueden pasar de 4 meses a 1 año, asistiendo a sesiones terapéuticas de forma semanal o quincenal y con una duración de 1 hora. Durante las sesiones, el psicoterapeuta utiliza diferentes técnicas terapéuticas: asistir a prácticas de relajación, formular pensamientos, fomentar una conducta racional-emotiva, proponer supuestos, rituales y juegos que contribuyan a la restauración de las relaciones.

Según la Asociación Española de Estudios Migratorios y Terapia Transcultural, la aplicación de la Terapia Familiar Sistémica en inmigrantes posee una tasa de éxito del 70%. La mayor parte de las veces es la mujer la que solicita la atención psicológica, pero existe el problema de que “debido a la jornada laboral que tiene una persona inmigrante a veces no pueda asistir a las sesiones terapéuticas”. El éxito de la práctica científica de la terapia familiar sistémica en familias inmigrantes reagrupadas “no se halla unida al tiempo que hayan estado separados”, sino a la motivación e implicación del inmigrante en entender la resolución de sus problemas familiares como la culminación de su propio proyecto migratorio.

Samuel Julia