En estas dos últimas décadas, ha aumentado de forma significativa el consumo de psicofármacos en España, especialmente de:
Antidepresivos: Fluoxetina (Adofen), Escitalopram (Cipralex), Paraxetina (seroxat), Sertalina (Besitram).
Ansiolíticos e Hipnóticos: Lorazepam (Orfidal), Alprazolam (Trankimazin) y Lormetazepam (Noctamid).

Según el informe anual del Sistema Nacional de Salud 2015 (Informes, Estudios e Investigación 2016, Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad), España presenta un consumo de antidepresivos por encima de la media Europea con 64 dosis definidas por 1000 habitantes y día.

En el 2016, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) informó que en España había aumentado un 57 % el consumo de Trankimazin, Orfidal, Noctamid (Ansiolíticos e Hipnóticos) tras analizar los resultados de un estudio realizado desde el año 2000 hasta el 2012, según los datos del Ministerio de Sanidad.

Dicho consumo o uso, se debe a:

• Una mayor detección de síntomas psiquiátricos por parte de los médicos de atención primaria (informe anual del Sistema Nacional de Salud), los cuales responden a un concepto arcaico y biológico de enfermedad, donde todo síntoma va requerir de una medicamento que intente aliviar momentáneamente el dolor o sufrimiento, sin tener en cuenta, que los problemas psicológicos o psiquiátricos pueden ser producto de un conjunto de variables que interactúan entre sí (pensamiento circular) y no solamente de un factor, respondiendo con esta idea a un pensamiento lineal (causa-efecto).
• Las personas, cada vez tratan de buscar soluciones más rápidas a los problemas, respondiendo al modelo de una sociedad consumista neoliberal, aun sabiendo que dichas actuaciones a largo plazo, pueden no ser efectivas, pudiendo derivar en problemas graves como por ejemplo una adicción a los psicofármacos.
• Su consumo, se ve como algo normal a diferencia de otras sustancias (alcohol, cocaína, cannabis, etc).
• Su fácil acceso y bajo precio.
• Los intereses farmacéuticos e institucionales.
• La prescripción por parte de los profesionales de la salud debido a la presión laboral de las instituciones (más pacientes, menos tiempo).
• Al efecto inmediato que producen los ansiolíticos “una calma sintomática” (sueño, ansiedad, dolor, etc.), lo que le lleva posteriormente al paciente a pensar que sin ellos, no va a poder estar bien y por tanto, va a intentar por todos los medios conseguir recetas que le aseguren continuar la ingesta.

Si además de ello, lo unimos a que, determinadas personas hacen un uso inadecuado, excesivo, y no acuden al control periódico de su médico, esto les lleva a consumir periódicamente dichos fármacos y acostumbrarse a sus efectos, creando el fenómeno de la dependencia.

Además, si se deja de tomar el psicofármaco sin indicación médica, en la mayoría de los casos tras un periodo prolongado de ingesta, surgirán síntomas adversos.

Ahora sí, podemos entender, todos los factores que influyen en el por qué, a día de hoy, muchas personas se encuentran inmersas en una adicción a este tipo de medicamentos, especialmente los ansiolíticos.