NIDO VACÍO Y DIFERENCIACIÓN DESDE EL MODELO SISTÉMICO

por: Elena Juárez Zarco

Graduada en Psicología

Compartir este articulo a través de:

1. Introducción

La familia es un sistema vivo, formado por distintas partes que interaccionan entre sí. Este sistema, a su vez, está formado por otros subsistemas: el parental, el conyugal, el fraternal (subsistema hermanos) y el subsistema individual. Todos ellos ligados entre sí a través de unas reglas, roles, jerarquías y límites que regulan su comportamiento. Además, cada uno de los subsistemas funcionan como sistemas independientes e influyen y son influidos por el resto (Moreno, 2012).

El sistema familiar se encuentra en constante transformación, adaptándose a los cambios propios del desarrollo individual de cada uno de sus miembros y a los cambios del entorno. Según Ochoa de Alda (1995) este proceso se debe al equilibro entre la morfostásis y la homeostasis, dos fuerzas que prevalecen en todo sistema. Esto es, por un lado, la motivación y capacidad de desarrollo y transformaciones en el sistema y, por otro lado, a la adaptación a los cambios manteniendo en cierta estabilidad al sistema. Estos dos fenómenos, se darán dentro del ciclo vital familiar, y es que, según Haley (2002), todas las familias pasan por diferentes estadios que se encuentran bien definidos. Estos vienen marcados por la cultura, donde se definirán los roles y las tareas que aparecen en cada una de las fases (García y Vera, 2012).

Es objetivo del presente artículo, hacer un recorrido sobre el Ciclo Vital Familiar, deteniéndonos en la fase en la que los hijos ya son adultos y donde nos encontraremos con el nido vacío, en el cual será necesario y fundamental que estos hagan una buena diferenciación con los padres y con la familia en su conjunto, y a su vez, los padres y el resto de la familia puedan elaborar el duelo de la partida de los hijos.

2. Ciclo vital familiar y cambios.

Según García y Vera (2012), la familia está expuesta tanto a cambios propios del ciclo vital (entrada y salida de miembros y diferenciación), como a acontecimientos inesperados, que los llevará a diferentes crisis, haciendo necesario reajustar su funcionamiento y estructura. Según Pitman en 1990, clasifica cuatro tipos de crisis, las imprevistas o inesperadas (accidente, pérdida de empleo, enfermedad, migración, etc.), crisis del desarrollo (propias del ciclo vital), crisis estructurales (comunicación defectuosa, problemas de roles, jerarquías, límites, etc.) y finalmente crisis de desvalimiento (discapacidad física, enfermedad mental grave, etc.).

Siguiendo en la línea de García y Vera (2012), por esta razón es fundamental, que para afrontar este tipo de acontecimientos la familia pueda afrontar, recolocándose, dando paso a los cambios necesarios y adquiriendo nuevas formas de funcionar. En este sentido, podemos encontrar características claves que determinarán el buen funcionamiento de la familia: límites y roles claros, jerarquía congruente y reglas flexibles.

Las etapas estándar del ciclo vital según Carter y McGoldrick en 1989 son:

  1. Joven adulto no emancipado, donde se produce la separación emocional de la familia de origen.
  2. Pareja recién casada, cada uno trae partes de su familia de origen al nuevo núcleo familiar.
  3. Familia con hijos pequeños, donde el sistema se tiene que volver a reajustar, definiendo los roles parentales y los nuevos roles de pareja.
  4. Familia con hijos adolescentes, es en esta fase en la que el hijo comienza a querer separarse de su familia para convertirse en un individuo independiente y autónomo, para finalmente salir de ella y conformar la suya propia.
  5. Emancipación de los hijos y periodos posteriores, en esta etapa se da “el nido vacío” y la pareja se vuelve a reencontrar. La estructura familiar debe recolocarse, ya que deberán aceptar la entrada y salida de miembros, como familia política o nietos.
  6. Familia en últimas etapas de la vida, en la que tendrán que poder afrontar la preparación para la propia muerte.

«Es fundamental, que para afrontar este tipo de acontecimientos la familia pueda recolocarse, dando paso a los cambios necesarios y adquiriendo nuevas formas de funcionar»

3. Nido vacío

En esta etapa, los hijos comienzan a salir del núcleo familiar, continuando con su propio ciclo vital, a veces formando nuevas parejas o familias, o viviendo solos o con amigos. Es por ello por lo que los padres deben poder elaborar el duelo de su partida, además de asimilar la incorporación de nuevos individuos a la familia, como las parejas de los hijos o la familia política. En esta etapa la pareja de los padres se vuelve a encontrar y tendrá que volver a reacomodarse (García y Vera, 2012). Este cambio puede ser un gran golpe en el sistema familiar debido a que los padres se enfrentan a la asunción de que sus hijos están abandonando el núcleo familiar, pudiendo darse numerosa sintomatología física y psicológica, como desesperación, profunda tristeza, dificultad para pensar, baja autoestima, pérdida del deseo sexual, incapacidad para sentir placer por aquellas actividades que previamente lo reportaban, desinterés, pérdida de apetito, pérdida de iniciativa (Montoya, 2016).

Existen casos en que los padres no son capaces de aceptar el nido vacío y valiéndose de mecanismos disfuncionales, consiguen que sus hijos no abandonen el hogar, lo que genera que se originen o agraven problemas serios de la relación padres-hijos.

El cambio entre las diferentes etapas del ciclo familiar enfrenta a la familia a momentos críticos, ya que implica alteraciones a nivel familiar e individual. En estas transiciones, existe una indefinición de las funciones, ya que la familia está transformándose, modificando sus roles. En estos momentos, se genera una desorganización de la familia, que es a lo que llamamos crisis evolutiva y que está relacionada con cambios biológicos, sociales, así, como con cambios en las dinámicas de interacción familiar. El problema sucede, cuando nos encontramos ante familias que por su rigidez no permiten una buena reorganización de la estructura familiar, por lo que se producen disfunciones familiares (González, 2000). Es por ello, que “el nido vacío”, supone un acontecimiento que genera estrés en la familia y puede desencadenar en que esta quede anclada en un funcionamiento previo debido a una mala reorganización.

En este sentido, según Lacouture (2017), en un estudio desarrollado en Cuba que exploraba las etapas del ciclo vital familiar, encontró que a pesar de que los padres confiaban en a la capacidad de sus hijos para crecer, seguían pensando que era necesario ejercer control sobre ellos, por lo que no modificaban su rol y seguían orientados a la crianza de sus hijos como si estuviesen en etapas anteriores. Como es de esperar, pueden surgir problemas relacionales, ya que, de esta forma, están dificultando la individuación de ambas partes. Para Linares, es tal el sentimiento de pertenencia que se da en las familias, que a veces se compromete la individuación, debido a que las fronteras del sistema son muy fuertes y los miembros no pueden salir y crecer (Lacouture, 2017).

Por otro lado, otro factor que tener en cuenta, y que puede influir en la aceptación de la separación de los hijos respecto al sistema familiar, es que el nivel de diferenciación se transmite de manera generacional, por ello, es determinante el grado de diferenciación del self que hayan desarrollado los padres, ya que, si tienen un nivel bajo, no fomentarán de una manera adecuada la autonomía de sus hijos (Pérez, 2019).

No obstante, si la familia ha funcionado de manera adecuada, y ha propiciado las herramientas necesarias para poder integrarse en nuevos grupos sociales como trabajo, pareja o amigos, los hijos podrán diferenciarse y formar su propio núcleo familiar (Vargas et al., 2016). Bowen establece dos dimensiones muy importantes, que son las del impulso de unión con los otros y el impulso de individualidad (Vargas et al., 2016). Así, cuando hablamos de la diferenciación de la familia primaria, estamos hablando de un deseo de comenzar un modo de vida propio, pero a la vez sin dejar de considerarse parte de la familia (Bowen, 1978).

4. Diferenciación del self

En el desarrollo del nivel de diferenciación están implicadas tres variables, en primer lugar, tenemos la separación emocional de los padres, la segunda es todos aquellos eventos vitales que hayan generado estrés y cambios en la familia, provocando ansiedad en ella y la tercera es la estabilidad que haya aportado a la familia el nexo con otras personas (Juca, 2015).

Según Oliver y Berástegui (2019) este concepto fue acuñado por Bowen en su Teoría de los Sistemas Familiares y consiste en la capacidad del individuo para poder diferenciar sus emociones y pensamientos, habiendo formado un sentido del sí mismo sólido que le permita actuar como un individuo independiente de su familia. Además, para estos autores, encontraremos personas más diferenciadas o menos diferenciadas:

  • En las personas diferenciadas, encontraremos individuos con la capacidad de responder al estrés de una manera equilibrada, con un sentido del sí mismo desarrollado, firme y estable, capaces de pensar por sí mismos. Por otro lado, en el ámbito interpersonal, estas personas serán capaces de respetar los puntos de vista ajenos y serán capaces de mantener relaciones de intimidad.
  • En el polo opuesto, las personas menos diferenciadas, serían individuos que no han desarrollado un sentido del sí mismo estable, con una baja capacidad de autorregulación emocional por lo que responderán de una manera hipersensible a las demandas del entorno. Además, en el ámbito interpersonal, una persona poco diferenciada, puede desarrollar distintos estilos relacionales: 1) Fusión con los otros, son personas que se sobre implican a nivel emocional y vincular con los otros, evitando mantener su propia postura para evitar conflictos y desencuentros 2) Dominio de los otros, son personas con posturas dogmáticas y poco flexibles, por lo que les resultará difícil respetar posturas ajenas diferentes a las suyas, además de que tenderán a presionar a los otros para poder imponer sus propios criterios, entrando en luchas de poder. 3) Corte emocional, se trata de personas con poca capacidad para establecer lazos emocionales de intimidad, por lo que tenderán a la evitación del contacto físico y emocional.

«Existen casos en que los padres no son capaces de aceptar el nido vacío y valiéndose de mecanismos disfuncionales, consiguen que sus hijos no abandonen el hogar, lo que genera que se originen o agraven problemas serios de la relación padres-hijos.»

5. Conclusiones

Como podemos observar, la familia es fundamental en el desarrollo psíquico de las personas y determinará también como vivamos los eventos del propio Ciclo Vital Familiar en el futuro. En el nido vacío y en la diferenciación, estarán implicadas todas aquellas vivencias que hayamos traído de la familia de origen, ya que, nuestro propio núcleo familiar estará impregnado del funcionamiento que haya tenido esta. En los momentos críticos del ciclo vital, este funcionamiento puede verse afectado debido a aquellos elementos disfuncionales que traemos de nuestra familia extensa, como una mala diferenciación o pauta comunicacional inadecuada. Debido a ello hay que atender a la propia dinámica familiar, teniendo en cuenta que, si en el presente estamos teniendo un conflicto, pueda deberse a factores que provienen de las relaciones familiares nuestras del pasado con nuestra familia de origen o también a una mala reorganización del propio sistema cuando se está en momentos de cambio del ciclo familiar, como sucede especialmente en el nido vacío, siendo éste un cambio necesario.

Si esto no pudiese modificarlo la propia familia o el individuo será necesario acudir a una terapia sistémica familiar.

6. Referencias

  • Ochoa del Alda, Inmaculada. (1995). Enfoques en Terapia Familiar Sistémica. Herder.
  • Murray, Bowen. (1978). Family therapy in clinical practice. Jason Aronson
  • Vargas, J, García, G, Palomino, L, Ibáñez, E. (2016) DIFERENCIACIÓN Y DESCONEXIÓN EMOCIONAL: UNA REVISIÓN. Revista Electrónica de Psicología Iztacala. Vol. 19 No. 4. https://www.medigraphic.com/pdfs/epsicologia/epi-2016/epi164q.pdf
  • Villareal, D & Paz, A. (2015). Terapia Familiar Sistémica: una aproximación a la teoría y a la práctica clínica. Revista Interacciones. Vol. 1 No. 1. https://www.ojs.revistainteracciones.com/index.php/rin/article/view/8/8
  • González, I. (2000). Las crisis familiares. Revista Cubana Medicina general integral. Vol 16. No. 3. http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-21252000000300010
  • Lacouture, MC. (2017). Movilización de las dinámicas relacionales limitantes madre-hija en búsqueda de procesos de individuación desde la terapia sistémica. (maestría). Universidad Javeriana, Bogotá, D.C.
  • Martín, J. (2019). La relación entre la diferenciación del self y la identidad. (Trabajo de fin de grado). Universidad Pontificia Comillas, Madrid.
  • Montoya, PM. (2016). Experiencia del afrontamiento del nido vacío en madres solas en comparación a madres con pareja. (Tesis). Universidad San Francisco, Quito.
  • Juca, ME. (2015). Nivel de Diferenciación en las familias monoparentales. (Tesis). Universidad de Cuenca, Ecuador.
  • Oliver, J. & Berástegui, A. (2019). La Escala de Diferenciación del Self (EDS): desarrollo y
    validación inicial. Mosaico, 72, 100-119.
Categorias: Terapia Familiar

Contenido Relacionado:

0 comentarios